19.5.17

Nadie amenace el sistema de esclavitud que permite ser “ciudadanos libres”

EN LA PLANTACIÓN DE ESCLAVOS                                                  

   
Al principio las cosas estaban claras  y no había problemas ni contradicciones, cada uno estaba en su lugar y cumplía su papel: el amo era el amo y los esclavos eran los esclavos.

Pero el éxito del sistema del campo de plantación hizo que cada vez fuera más grande, con más esclavos, y al amo le ocupaba cada vez más tiempo y más recursos controlar el funcionamiento de la plantación.

Así que un día contrató a un esclavo literato y le pagó para que se infiltrara entre los esclavos de la plantación para convencerles de lo malo que era ser esclavo y de que tenían que luchar para ser trabajadores libres de su amo.

En un principio los esclavos no le hicieron nada de caso al literato y lo dejaron de lado. ¿Cómo podían ser trabajadores libres si durante generaciones tenían claro que eran esclavos? Así que la idea no cuajó.

Viendo esto el amo, despidió al literato y lo echó de la plantación, pero no sin antes haber hecho circular el rumor entre los esclavos que el literato había sido torturado y desaparecido por los esbirros del amo.

Entonces, los esclavos más jóvenes, que habían aprendido a leer en las nuevas escuelas dispuestas por el amo, comenzaron a leer los libros del literato y a difundir sus ideas de libertad. En tan sólo una generación se convencieron de lo indigno que era ser un esclavo y que tenían derecho a ser trabajadores.


El heredero del amo de la plantación había recibido un manual de su padre con el plan completo, y lo siguió al pie de la letra para mantener su herencia. Permitió que sus esclavos se revolucionaran y que corriera la sangre. Y luego, se dejó convencer por los cabecillas revolucionarios.

Accedió entonces a que los esclavos dejaran de llamarse esclavos porque era una denominación muy fea. Ahora ya serían trabajadores y merecían ser pagados y gobernarse a ellos mismos.

Para ello, el joven amo, siempre siguiendo el plan de su padre, accedió a crear una moneda para pagarles, que sólo se podría utilizar dentro de la plantación en sus propias tiendas, y que él controlaría mediante un banco “neutral”. Además, accedió, con un enfado fingido, a que los trabajadores crearan una democracia e instituciones libres, como universidades en las que podían aprender el conocimiento que el propio amo les puso a su disposición.

Así, los esclavos, ahora contentos porque ya eran trabajadores, comenzaron a organizarse. De entre ellos, los que habían liderado la revolución acapararon los puestos del gobierno democrático, y, como ya no trabajaban en el campo, impusieron impuestos para cobrar su nueva posición tan importante.

Además, crearon puestos para sus ayudantes, que llamaron funcionarios, para cobrar dichos impuestos, de tal forma que la mitad de la población de la plantación dejó también de trabajar en el campo.

Y todo pareció ir bien durante un tiempo. Hasta que los trabajadores se dieron cuenta de que ahora tenían que trabajar más que antes porque si no, no podían pagar los nuevos impuestos. Por lo que aparecieron nuevos líderes entre la juventud que prometieron un cambio.

Y en las siguientes elecciones obtuvieron el poder. Pero lo único que cambiaron fueron a los funcionarios amigos del gobierno anterior por sus propios amigos. Continuaron creando leyes y subiendo los impuestos para pagar sus grandes sueldos y la deuda del dinero que les prestaba el banco del amo,

Entonces, los que habían sido desbancados del antiguo gobierno se organizaron y convencieron de nuevo a la población de que había que cambiar el nuevo gobierno por los gobernantes que conservaban el espíritu de la revolución original, y se llamaron “conservadores”. 

Y en las siguientes elecciones ganaron los conservadores y volvieron a cambiar a los funcionarios por sus amigos y aumentaron las leyes y subierom de nuevo los impuestos.

Y los que habían perdido se llamaron “progresistas” y volvieron a prometer un cambio y… ¿qué pasó con el amo?

Del amo nadie se acordaba ya. El plan de su padre funcionó perfectamente y se pudo dedicar tranquilamente a sus orgías y derecho de pernada, inventarse guerras y cizaña con otros amos para entretenerse y controlar a la población de su plantación, y vivir la vida al máximo. Por supuesto, era inmune a las leyes de los trabajadores.

El futuro de la plantación estaba asegurado para sus herederos, y los propios esclavos eran los primeros en defender sus derechos como esclavos y que nadie se atreviera a amenazar el sistema de esclavitud que les permitía ser “ciudadanos libres”.

Si esos ciudadanos libres hubieran tenido un momento para escuchar entre sus ocupaciones y trifulcas entre ellos, hubieran escuchado las carcajadas de sus amos al observarles.

Por José Manuel Goig / Crónicas subterráneas

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